Átomos tristes

La soledad del átomo, hasta no hace mucho considerado la unidad mínima de la materia, siempre ha estado ligada -tanto en la filosofía como en la literatura y la ciencia- a la necesidad de unirse a otros átomos semejantes. Una inercia por formar comunidad que, lejos de constituir un simplón impulso gregario, imprime un sello social inexcusable en su propio seno que, sin embargo, aun acompañado y formando parte de un todo, siempre se sabrá solo. De ahí la tristeza. Pero también, de ahí, la lucha, la pujanza y la fuerza que, al igual que el verso suelto, busca su unidad y su sentido en la estrofa... a sabiendas de su carácter individual.